14- MI VIDA EN UN MICROSEGUNDO O LAS FALSAS PROFECÍAS. Por Israel Laureano, paciente de ataxia, de México.

"Nunca te rindas sin pelear
(hey tu, nunca me digas que no hay esperanza alguna)"
- Pink Floyd.

Hace años recibí una advertencia concerniente a mi futuro.

Una advertencia es algo que suena amenazante, algo a lo que se le tiene miedo; pero al paso del tiempo he olvidado ese yugo y pensé en llegar a la normalidad o por lo menos, vivir tratando de alcanzar una paz ilusoria. Incluso llegué a pensar en que podría llegar a vivir sin delimitación o restricción alguna.

Pero esa advertencia sigue ahí, sin -al parecer- importarle mi angustia ni mis desvelos.

La advertencia me ha avisado de ciertos limites personales que no debo rebasar. Ahora sé que los límites que se me impusieron no fueron forzados ni artificiales. Es decir, creo que debo pensar que tengo mala suerte, ¿y quién pudiera hacer algo?, nadie, en ninguna parte del mundo, es cierto. La marca de ese límite no está grabada en mi cuerpo, en realidad es parte de mi, es algo así como natural. Pero si lo pienso mejor, me puedo dar cuenta que no es solamente mala suerte, más allá de mi persona está esa advertencia, sola, fría, muda..., pero amenazante. A veces me pregunto si mi suerte es peor o mejor a la de los demás; si lo analizo fríamente, sin siquiera interés en mi pasado o en mi (posible) futuro, llego a la conclusión de que en realidad me ha ido bien. La realidad es que no me importa la suerte de los demás; lo peor es que los dejara vivir mi vida.

A lo largo del tiempo he aprendido que no es fácil saber lo que uno tiene que hacer con su vida. No es fácil saber que uno tiene el futuro en sus manos, y darse cuenta que el tiempo y tu propia existencia se escurren entre tus manos como las partículas de la más fina arena. No es fácil continuar viviendo en un mundo donde todo se siente tan frío y lejano; donde uno solamente encuentra muros impenetrables en el lugar donde uno esperaba encontrar la luz, por lo menos una lamparita que lo ayude a uno a recorrer el camino. El camino que tenemos que recorrer para alcanzar la libertad es muy sinuoso, y nunca está dirigido hacia algún lugar determinado. Es más, a veces parece que solamente es una serie de círculos mal trazados, grandes y enredados.

Cuando uno emprende el camino, puede llegar a desesperarse, a pensar que el camino no tiene sentido. Sobre todo cuando el corazón empieza a encontrar un refugio, cuando uno se ilusiona con un hogar, cuando uno llegar a pensar que el camino tiene un cierto sentido..., bueno, a veces pasa que uno tiene que seguir su recorrido solo, sucede que a veces nos confundimos y pensamos que encontramos a la persona correcta, cuando tan sólo está de paso en nuestro camino.

Entonces uno se siente totalmente desamparado: es como si a uno lo hubieran dejado abandonado a su suerte justo en el medio de un huracán. Es como si de repente la vida fuera demasiado grande para uno, solamente se sienten ganas de dormir, de permanecer inconsciente; es cuando uno llega a pensar "paren el mundo que quiero bajar".

No sé si para nuestra suerte o nuestra desgracia, el mundo no se detiene nunca. En realidad, la única forma de "bajarse" del mundo es quitándose la vida. Es en momentos como éste cuando uno piensa que la vida ya ha sido demasiado ingrata con uno, uno piensa que es demasiado duro seguir viviendo en un espacio y un tiempo cuyo sentido ha dejado de existir. Hasta uno llega a creerse todo lo que tanto alega lo dicharachería popular: que si el amor, que si la felicidad, que si las metas, que si los objetivos. Uno llega a pensar que este tipo de sabiduría popular es cierta, y llega a tomar todo esto como una profecía, y toda su representación como un presagio.

Darse cuenta que todo esto es falso es muy duro y cruel. Cruel y falso a la vez. Si uno lo piensa, se da uno cuenta que el amor si existe -aunque se disfrace de invisibilidad-, si uno lo piensa, se da uno cuenta que la felicidad tan sólo se esconde; si uno piensa y reflexiona, las metas y objetivos son reales, y uno lucha por ellos. Todo esto existe, pero hay que luchar por ello, no lo están esperando a uno, como reza la sabiduría popular; todas estas profecías son falsas, como falsos son los presagios tan esperados y bien recibidos. Tan falsos son los profetas que pregonan estas dicharacherías como cierta es la lucha que verdaderamente da sentido a nuestra vida.

II

"La victoria o la derrota están en manos de los dioses,
los hombres sólo podemos luchar, ¡viva nuestra lucha!"
- grito de guerra Swahili.

Algunas culturas primitivas se dieron cuenta que algunos aspectos de la vida no eran controlables por las capacidades humanas: el amor, la salud, la felicidad...., si uno era lo suficientemente afortunado para recibir estas dádivas, uno debía sentirse agradecido hacia alguna deidad o ente superior a lo simplemente humano. Se reconocía que lo único verdaderamente controlable por los humanos, o por las capacidades humanas era la cultura, la tenacidad, la valentía de luchar por la vida.

Si uno cejara en la lucha por la vida, si uno al fin se diera por vencido, entonces es (en realidad) cuando uno deja de vivir. La muerte física en realidad no importa.

Es nuestro dolor, nuestros momentos felices, nuestras preocupaciones, nuestras angustias y satisfacciones lo que nos hace sentir vivos, lo que nos hace saber que tenemos un futuro, y que uno tiene que seguir pensando, y soñando e ilusionándose; si uno de nuestros sueños o ilusiones se rompe en mil y un pedazos es porque los sueños e ilusiones que uno tiene son valiosos (después de todo, si uno quiere un verdadero cristal cortado - bello y etéreo -, tiene uno que aceptar la posibilidad de que llegue a romperse; una imitación de plástico irrompible no nos da la misma sensación de belleza), lo importante es nuestra tenacidad, nuestra entereza hacia la adversidad; sentir que estas tragedias (a veces cuasi griegas) solamente son una oportunidad para mostrarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean, que nuestra persona es más grande que lo que se ve a simple vista, que realmente valemos en esta vida, es en estas raras ocasiones cuando podemos demostrar a los otros que realmente pueden contar con uno.

La lucha puede parecer eterna y sin tregua, y tenemos que ser valientes y tenaces para poder continuar; y debemos mostrar esa tenacidad equilibrándola en la tenue línea que la separa de la necedad. Supongo que mantener este equilibrio es lo que hace tan difícil e interesante vivir.

III

"Sé que eres parte de mi corazón,
y sé que eres parte de mi alma;
pero, aún así
yo puedo vivir contigo o sin ti".
- U2/El inge y los malditos.

Siempre se necesita valentía para vivir, para soportar el dolor y todos los problemas que nos depara el futuro. La recompensa es la satisfacción, la confianza, la alegría y -a veces- el amor. Para justificar esta valentía hacia el hecho de vivir, nuestra alma cuenta con la fe.

La fe es el sentimiento que se tiene cuando uno cree en algo aún sin tener prueba de su existencia; el futuro siempre es incierto y borroso, las recompensas pueden llegar más temprano o más tarde, a veces llegan disfrazadas de formas irreconocibles, puede llegar el caso - incluso - que uno ya haya obtenido recompensas a su esfuerzo, y ni siquiera se haya percatado de ello. El sentimiento que se debe tener al enfrentar el futuro.

Una de las pruebas más difíciles que se nos presentan a lo largo de la vida sucede cuando nuestro corazón sufre una desilusión, casi siempre es una desilusión hacia una de nuestras metas más anheladas: el amor. Si uno no sufriera por la pérdida de una ilusión, quizá la meta de tener amor no sería tan buscada y tan gratamente recibida.

Hasta cierto punto pienso que la advertencia que tanto ha matizado mi vida es la pérdida de mis más caras ilusiones. En muchos sentidos, es como si mi alma se hubiera quebrado y la tan terrífica advertencia pesara sobre mis hombros como un arremedo de tortura medieval. Sin embargo, al paso del tiempo he asimilado la advertencia -ya de memoria tan triste- como una parte de mi; ahora forma parte de mi pasado, me acompaña en el presente y sé que estará en mi camino en el futuro.

Un filósofo (cuyo nombre se oculta insistentemente en los más lejanos confines de mi muy limitada memoria) mencionaba que los ángeles y demás entes de extracción celestial siempre aparecen anunciando el momento de morir, y que uno puede accesar un nivel superior de existencia; tienen un comportamiento digno de un ángel si uno está de acuerdo en acompañarlos. Sin embargo, si uno trata de aferrarse al nivel existencial en donde uno está, los ángeles toman la apariencia de los más terribles demonios que quieren arrastrarlo a uno al lugar donde están. Situación por demás similar a la que me ha tocado en suerte (no sé si buena o mala) vivir: si yo acepto la advertencia que se me hizo una vez como parte de mi existencia, no sólo dejo de sufrir y angustiarme, sino que siento que forma parte de mi personalidad, y puedo sentir mi propia individualidad e independencia; más si dejo que mi situación atemorice y limite mi propia existencia, de repente me encuentro con un obstáculo casi insalvable, de forma sorpresiva tengo una molestia y angustia existencial que fácilmente desemboca en una crisis.

Ahora puedo decir que soy único y diferente a todos los demás, como todos deberían considerarse respecto a sí mismos. En la vida de cada persona (y por supuesto que en la mía) las situaciones que se presentan a diario forman obstáculos -a veces pequeños y casi insignificantes y a veces colosales y casi infranqueables. Obstáculos de la más diversa índole: económicos, familiares - o muchas veces - sentimentales; en esos momentos uno quisiera algún consejo para poder sobrellevar esa situación, muchas veces uno quisiera tener experiencia sobre la vida y saber qué hacer. Generalmente se llega a la convicción que la vida moderna es demasiado complicada para poderla abarcar, uno siente que realmente la vida ha sido fútil, que realmente no se han adquirido los conocimientos necesarios para poder enfrentarla; a veces se siente una carga que uno identifica como la propia vida inútil que se está llevando; es como si uno (repentina y sorpresivamente) se diera cuenta que ha vivido su propia vida en un microsegundo, que no se ha sabido vivir.

Pero todo esto se debe tomar como parte de la vida propia. Como parte de la formación personal, como parte de las experiencias propias; como parte del aprendizaje. En realidad no importan los rechazos o dificultades a lo largo de la vida: al final todo será parte de uno. Y será entonces cuando se pueda demostrar si uno es lo suficientemente fuerte para sobrellevar las dificultades; si uno es suficientemente tenaz para asimilar su propia vida (en mi caso, con advertencias, con rechazos y demás angustias existenciales). Sentir que se ha perdido a alguien o sentir que ha salido de tu vida no es más que una circunstancia relativa; tan sólo un sentimiento que formará parte de la vida (y esperemos, del valor y tenacidad) de uno.

Hay veces que la pérdida de alguien o algo no se da repentinamente. Se acerca poco a poco; a veces lo imagina uno como agua filtrandose por los dedos cuando trata uno de tomarla con las manos. A veces es peor: entre una muchedumbre de voces y rostros desdibujados e impersonales; así fue como salió de mi vida: desvaneciéndose como se desvanece el recuerdo del más dulce sueño que uno haya tenido.