148- DE CARACAS A BUENOS AIRES. Por Calogero Schembre, paciente de ataxia, de Venezuela.

I

Asistí a un Congreso Médico. Buenos Aires me encantó. Asimismo, vine convencido de la conferencia que mi enfermedad era esclerosis múltiple. En verdad, los síntomas son muy parecidos a los de la ataxia olivopontocerebelar que me diagnosticaron, más tarde, en Barcelona.

Cuando volví a Caracas me sometí al tratamiento con Interferón (a efectos prácticos es una inyección interdiaria), que lo que puede hacer es retrasar la progresión de la esclerosis.

Por lo que había leído, la esclerosis múltiple es una enfermedad progresiva. Me dije que, antes de que fuera demasiado tarde, quería realizar un viaje por tierra a Argentina.

Por cuanto sabía, recorrer Brasil significa atravesar el Amazonas. Cuando observé el mapa, vi que era preciso llegar a Manaos y tomar una embarcación que me llevaría al otro lado, donde había una carretera, denominada en el mapa transamazónica, que me llevaría a Sao Paulo. Sin embargo, no era así.

El primer obstáculo a vencer era saber quién me acompañaría... todos mis amigos estaban ocupados y mi esposa no era candidata a cruzar unas vías inhóspitas.

Me planteé un viaje de 6 meses. Es difícil conseguir gente que tenga tanto tiempo libre para un viaje tan largo. Al fin, mi hijo Franco, que estaba terminando unos estudios en Londres, me dijo que si le esperaba al mes de Marzo, él me podría acompañar durante 3 meses. Esa noticia me llenó de alegría, puesto que iba a viajar acompañado de mi hijo.

Aún tenía aproximadamente cuatro meses para hacer los preparativos y planificaciones del viaje.

Cuando Franco llegó de Londres, yo quería partir de inmediato y le di una semana de plazo para poder visitar a sus amistades y formalizar su situación en la compañía de trabajo.

Lo que me preguntaban todas las personas, y mi hijo también me lo preguntó, era cuáles eran mis limitaciones para conducir. La respuesta dada era que mis reflejos habían disminuido. Por lo tanto, había de reducir la velocidad de circulación. Tampoco podía hacer movimientos bruscos: pues me producen desorientación.

Por fin, salimos de la ciudad de Caracas el día 29 de Marzo del 2001. Nuestra próxima escala sería la ciudad de El Tigre esa misma noche.



II

El primero en conducir sería yo. Cuando íbamos en vías anchas con una división en el medio, (acá a ese tipo de vías lo llamamos autopista), no tenía problemas: me sentía muy bien. Cuando, en cambio, me tocaba manejar en carretera con una vía de ida y otra de vuelta, mantenía mi velocidad, pero tenía que aguantar la presión de los conductores de detrás... presión que manifestaban con las bocinas para hacerme apurar. Cuando podían, me sobrepasaban, no sin antes llamarme #$%&/(()=, cuestión a la que hacía caso omiso, puesto que iba rodando a velocidad reglamentaria.

Después de dormir en un hotel de la ciudad de El Tigre, nuestra próxima parada sería en la Gran Sabana. En ese sitio ya había estado hace 20 años. En esa época allí no había alojamiento, y, por lo tanto, era necesario acampar. Sin embargo, cuando llegué a la Gran Sabana me sorprendió su desarrollo turístico y la existencia de muchos alojamientos, la mayoría de ellos dirigidos por indígenas. En uno de estos nos alojamos. http://www.lagransabana.com

Al día siguiente salimos para el puesto fronterizo de La línea para poder arribar en 4 horas a la ciudad de Brasil, Boa Vista. En La Línea me informaron que debía regresar a Santa Elena de Uairen y buscar el comando de la Guardia Nacional, donde me darían un permiso para viajar a Brasil. Así lo hice (el trámite me costo 4 horas de tiempo).

Regresé, enseñé el permiso y me dijeron que podía proseguir. Recuérdese que ese día era sábado. Cinco horas después arribamos a Boa Vista: http://www.folhabv.com.br/

Boa Vista es una ciudad fronteriza, ubicada en un estado poco desarrollado, Roraima. Es una ciudad modelo y polo de desarrollo de toda esa zona. El equivalente venezolano sería el pueblo de Santa Elena de Uairen, un población minera muy pobre con anuncios comerciales de cerveza o gaseosas estandarizando el aspecto de la misma.



III

Después de tres días en Boa Vista para descansar y hacer algunos trámites burocráticos, partimos hacia Manaos, ciudad a las orillas del Amazonas. Manaos tuvo un gran auge debido a la goma natural para las ruedas de los vehículos... después fue reemplazado por goma sintética y la ciudad entró en decadencia.

De Boa Vista a Manaos hay 800 km. Un conductor normal hace esto, y más, en un día, pero yo necesitaba de dos días para el recorrido. Este hecho no sería necesario mencionarlo, salvo que en ese trayecto existe una reserva indígena (Waimiri-Atroari) y está prohibido circular después de las 6 PM. Como podréis adivinar, no pude salir antes de esa hora, ya la salida estaba cerrada con una barrera, sólo la suerte y el poder de convencimiento de alguien que no hablaba portugués hizo que pudiéramos salir de esa reserva cerca de las 8 PM .

Quiero contarles que de los 800 km. sólo 200 se encuentran en buenas condiciones, el resto está lleno de buracos muy grandes. Buraco es la palabra portuguesa que reemplaza a bache o hueco, para nosotros.

Nos tocó dormir esa noche en un pueblo denominado Presidente Figueiredo. Aún nos faltaban 106 km. para llegar a Manaos.



IV

Cuando salimos de la posada en que habíamos estado en Presidente Figuereido, nos reímos del nombre de ella "Cuca Legal", para nosotros (los venezolanos) es una cómica combinación de palabras.

Nos dirigimos bien temprano hacia Manaos. Allí tendríamos que buscar una embarcación hacia Belem do Para. Le dejé la búsqueda a Franco mientras yo descansaba en el hotel. Franco regresó y decía que había muchos tipos de embarcaciones, pero la mayoría de ellas para personas que viajaban sin vehículo, camarotes con aire acondicionado, etc., pero que para viajeros con vehículo tendríamos que esperar 3 días y que el viaje para Belem duraba 4 días.

En esos 3 días de espera visitamos el Teatro de la Ópera. Manaos tuvo un auge espectacular a finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX por la goma natural, había muchos colonos con mucho dinero... tanto que decidieron hacer en pleno corazón de la selva un teatro para ópera. Se dieron el lujo de importar todos los materiales de Europa, aún no habían inventado el aire acondicionado, pero se las ingeniaron con un sistema de ventiladores e hielo para poder producir frió.

Mientras Franco y yo descansábamos y observábamos los mapas, nos dijimos que podíamos prolongar el viaje y que en vez de llegar sólo hasta Buenos Aires, podíamos llegar a Ushuaia, ciudad de la Patagonia Argentina en la isla Tierra de Fuego: http://www.geocities.com/TheTropics/Cabana/1166/INGteatro.html



V

El día antes de la salida de la embarcación que nos llevaría a Belem do Para, fuimos al embarcadero para formalizar nuestro embarque. Preguntamos cómo eran los servicios sanitarios y si servían comida dentro del barco. A la pregunta de los servicios se respondió que eran normales, y a la de la comida se nos dijo que cada quién debía de llevar su comida a bordo, puesto que en el barco no se servía comida durante el viaje.

De inmediato, fuimos a un supermercado para hacer una compra de comida para 4 días.

El barco tenía previsto salir a las 4 PM, pero eran las 10 PM y aún no llegaba. Esperándolo, nos enteramos que el barco no era sino una balsa o dos empujadas por un remolcador, (ellos lo llamaban empujador).

A eso de las 11 PM arribó la embarcación una balsa que venía de Porto Velho, un sitio en el Amazonas que distaba 4 días de Manaos, esto es, 8 días de Belem. Le dijimos al balsero que por favor nos pusiera en un sitio desde el cual divisáramos el río, asintió y nos hizo subir en retro en la posición indicada.

Nos montamos en nuestro vehículo, tal y como nos lo indicaron, y creímos zarpar. Cual fue nuestra sorpresa cuando salimos el tiempo necesario para llenar otra balsa. Con cadenas fijaron la balsa 1 a la 2 y nuestra vista quedo obstaculizada.

Al poco rato dormimos en nuestro vehículo, cuando intenté usar "los servicios" me enteré que había que ir al empujador. Esa ida era imposible por mi ataxia. Podía orinar al aire libre, pero no hacer otras necesidades, puesto que era imposible mantenerme equilibrado en mis dos pies y estar sentado al mismo tiempo.

Habíamos comprado víveres para 4 días, pero el viaje no sé por que razón duro 5 días, pero los camioneros fueron muy solidarios y compartieron su comida con nosotros.



VI

Al tercer día me sentía sucio y, en realidad, lo estaba: por dentro y por fuera. Empezaba a sentir los efectos de no poder usar el baño. Me ponía a conversar con Franco y con los camioneros, hasta que por fin inventé algo: rompí un asiento... les ahorro las explicaciones.

Por fin llegamos a Belem do Para. Las maniobras de atraque duraron más tiempo de lo que nos parecía normal. Llegamos a la medianoche y nos habían dicho que era un pueblo muy peligroso. Pero nos convencimos una vez más, ya que Caracas (la ciudad donde vivimos) es aún más peligrosa.



VII

Pasamos varios días en Belem. Nos tocó decidir que camino seguir rumbo a Brasilia o rumbo a Sao Paolo, escogimos este último. Eso quería decir que atravesaríamos los Estados de Maranhao, Piaui, Pernambuco, Alagoas, Sergipe, Bahía, Espíritu Santo, Río de Janeiro, y Sao Paulo. La sola mención de esos nombres, para mí exóticos, me llenaba de emoción.

En el viaje por el Amazonas nos habíamos aficionado a un te cuya hierba los brasileños llaman cimarrao y que los del cono sur de nuestro continente llaman hierba mate. Los camioneros que venían de Porto Velho nos lo hicieron probar, posteriormente nos regalaron un mate (así llaman los argentinos al envase donde se toma) elaborado en madera.

En la vía existían muchos burracos, esto hacia que nuestra velocidad promedio disminuyera enormemente retrasando el viaje de una forma constante.

Después de pasar Belem, algunos nombres eran Castanhal, Capanema, Zë Buca, Newton Velo. Tras pasar Governador, observamos que la gente se amontonaba en la vía no permitiendo el paso de vehículos. Detuvimos el vehículo y nos dispusimos a averiguar lo ocurrido. Había sucedido que un rió, que pasaba por debajo de la carretera, había socavado la misma y hacía nomás de 5 minutos se había caído interrumpiendo la vía. Franco y yo nos felicitamos, puesto que el azar había sido favorable para nosotros por breves momentos. Sin embargo, esa rotura, después de consultar el mapa, significaba retraso para poder superar el obstáculo mediante un rodeo.





VIII

Por razones de seguridad (y comodidad) sólo llevé 1000 dólares para el viaje, pero llevaba, eso sí, una tarjeta que me permitiera sacar dinero en cualquier cajero automático. Hacía ya tiempo se me habían acabado los dólares y cajeros automáticos no había. Todos los pueblos que pasábamos eran muy pequeños como para tener cajeros. Llegado cierto momento, era necesario repostar combustible y descansar un poco, pero ya habíamos agotado el dinero disponible. Le explique eso al administrador de un puesto haciéndole la promesa de que le depositaría el dinero en la próxima ciudad donde hubiera un banco con cajero. El administrador se negó rotundamente a eso. Yo había resuelto decirle a Franco que consiguiera de cualquier forma trasladarse a la próxima ciudad mientras yo lo esperaba. Después de dos horas intentando convencer al administrador ya me di por vencido. Franco estaba haciendo autostop para ir más adelante. Se me acercó un niño de unos diez a doce años, dándome un papel donde estaba anotado un número de cuenta, un nombre femenino y 600 reais (unos 300 dólares). Franco se había salvado de hacer autostop.

Demás esta decir que al poder usar un cajero le hice un depósito al niño, pero fue por 1.200 reais (600 dólares), el doble de lo que nos había prestado. Después de esa experiencia, tomé todas las precauciones para que no me sucediera de nuevo.



IX

Como se dijo en capítulo anterior, el tiempo durante el viaje lo pasábamos especulando. Ya habíamos aprendido algo. No era necesario responder a nuestras cavilaciones, porque muchas de las cosas que decíamos no tenían ningún sentido, y no por eso nos molestábamos. Pero una cavilación importante fue la de continuar el viaje hasta Ushuaia en la Patagonia argentina. Nadie me apuraba... ¿por qué no hacerlo? Los pros eran muchos y el único contra era el del tiempo para mi hijo Franco. Yo le decía que ya le buscaríamos solución a ese pequeño problema. ¡Era tanto mi deseo de hacer el viaje!.

Íbamos en esta guisa de discusiones cuando choque contra un zamuro (zopilote para los mejicanos, cuervo para los españoles, ururu para los brasileños). Éste me produjo una rotura en el parabrisas a unos 1.000 km. antes de llegar a Recife. Fue en una recta infinita. Venía rodando a unos 110 km/h.

Hasta que no consiguiéramos repuesto para el parabrisas el viaje iba a ser más lento e incómodo. Nos convencimos de que en los pueblos grandes era imposible conseguir el vidrio necesitado. Teníamos que llegar a Recife para poder preguntar allí por un concesionario de nuestro vehículo... y así fue. Llegamos a Recife y con la ayuda de la guía telefónica, encontramos un concesionario, nos explicó que el vidrio tardaría en llegar 4 días desde Sao Paulo, un día más para ser instalado, y otro día adicional para esperar a que secara el pegamento. Total, que teníamos una semana para conocer Recife a fondo.

Recife es una ciudad a orillas de la playa. Es la capital del estado de Pernambuco. Desde el comienzo de la colonización del Brasil fue una ciudad portuguesa con una interrupción de treinta años debido a que a los holandeses entraron a dominar la ciudad: http://www.recife.pe.gov.br/



X

Al cabo de 7 días teníamos una camioneta con un vidrio parabrisas tan reluciente que daban ganas de conducir.

Nuestro próximo destino, una ciudad grande, sería Salvador, en el Estado de Bahía: nombre que me era familiar por mi lectura a los 14 años de la novela "Sudor" del autor Jorge Amado... en ella se reflejaba todo un mundo de injusticias. Esa novela había influido mucho en mí: tanto que empecé a militar en la juventud comunista de Venezuela y posteriormente en el partido comunista. Pienso que las lecturas, las amistades, la militancia en el partido comunista, forjaron mucho mi actual personalidad, y, fuera de la circunstancia actual, siempre me he considerado una persona "con suerte" por haber tenido esas influencias.

Con esta clase de disquisiciones entramos a Salvador de Bahía. Por supuesto, la ciudad no tenía nada que ver con el Salvador de que hablaba Jorge Amado en su novela: lo único que se había mantenido y seguramente mejorado era su comida. Así que nos dimos un buen atracón de comida bahiana. http://www.jorgeamado.com.ar/indice.htm


(Continuación).