153- DE CARACAS A BUENOS AIRES, IV. Por Calogero Schembre, paciente de ataxia, de Venezuela.

(Anterior).

XXVIII

En Santiago nos habíamos comunicado con Franco: Nos decía que había bastantes posibilidades de trabajar en Caracas. Yo sabía que su plan era quedarse en Londres, pero la aparición de mi enfermedad le había hecho cambiar los planes. Con la noticia que nos daba Franco, quedaba cancelado el plan de ir a Isla de Pascua: Eran muchos los km. para llegar a Venezuela.

Pasamos una semana en Santiago, alojándonos en San Francisco, asombrándonos con la amabilidad de las personas... conociendo el Palacio de la Moneda, sus iglesias, y sus museos... leyendo las diferentes opiniones políticas (Santiago es una ciudad muy politizada)... releyendo a Neruda... y descansando.

Salimos con rumbo Valparaíso para buscar a un antiguo amigo de Franco y conocido nuestro. La búsqueda fue infructuosa. Nos quedamos en Viña del Mar. Pasamos dos días conociendo la ciudad y salimos al norte, en esta oportunidad por la costa.

A diferencia de los paisajes pintorescos a los que ya estábamos acostumbrados, a medida que nos alejábamos de Santiago el paisaje se hacia mas árido... hasta que llegamos al el desierto de Atacama donde, por su cielo sin nubes, fue instalado el observatorio astronómico más poderoso del mundo. En este desierto nunca ha llovido, por lo menos desde tiempos de la colonización.

La riqueza minera de Chile está al norte. Casi todas las minas son explotaciones a cielo abierto. Esta zona fue motivo de guerras entre Chile, Perú y Bolivia... habiendo sido favorables a Chile. Gran parte de los ingresos de Chile provienen de la explotación minera de esta zona.

Al norte del desierto de Atacama existe una gran cantidad de pueblos fantasmas. El nitrato de Chile, que era utilizado como fertilizante, fue desplazado por sintéticos y luego por derivados del petróleo. A medida que nos acercábamos al Norte Grande (como dicen los chilenos) el paisaje se hacía menos desértico.



XXIX

Teníamos la intención de entrar en Bolivia. Para ello, había que llegar a la población de Arica, en la frontera con Perú, para luego ascender a la altiplanicie Andina. Estuvimos reponiéndonos durante dos días en Arica. Para ascender a la frontera con Bolivia había que recorrer unos cientos de km. de carretera ascendente y llena de curvas. Nos dimos ánimo y empezamos a subir. Lo que para otras personas habría sido un viaje de 2 horas para nosotros podía ser de 6. Pasar la frontera nos tomaría otra hora. Salimos de Chile para entrar en Bolivia. Entregamos los pasaportes y el funcionario boliviano empezó a ojearlos. Para nuestra sorpresa, a los venezolanos nos hace falta visado para entrar en Bolivia. Los funcionarios, muy amablemente, se negaron a que entráramos en Bolivia. Es el único país de América del Sur donde el visado para los venezolanos es necesario. Bajo la mirada sorprendida de los funcionarios, nos tocaba entrar otra vez en Chile. No había ninguna población intermedia para volver a Arica y tuvimos que dormir en la camioneta.



XXX

A la mañana siguiente salimos para Arica. La gente del hotel se mostró sorprendida por nuestra aparición: creían que estaríamos en Bolivia. Brindamos con pisco.

Al día siguiente salimos, esta vez con rumbo a Perú. Nos dispusimos a hacer frontera. En el lado del Perú otra vez las mismas malas costumbres: alguien se ofrecía a facilitar las cosas por una módica suma. En esta zona de Chile y Perú se atribuyen la invención del pisco: aguardiente de uva de alta graduación alcohólica. Nuestro nuevo plan eran Tacna, Arequipa, Juliaca... y ligero desvió para ir al lado peruano del Titicaca.

El chupe de camarones era el plato que desde hacia mucho tiempo deseábamos probar en Perú, y así lo hicimos. Es un plato muy sabroso. Estuvimos viendo la ciudad de Arequipa. Constatamos lo que ya decían los planos de carretera: que solamente estaban asfaltadas las vías que van de norte a sur, o viceversa, y las de dirección éste a oeste, o al contrario, aún no estaban asfaltadas.

Salimos de Arequipa para ir a Juliaca y, al rato, nos dimos cuenta que de nos habíamos extasiado y que íbamos camino al Cuzco y, que pronto, la vía dejaría de ser asfaltada.



XXXI

Ya habíamos andado bastante como para intentar rectificar el error. Ésta era una de las vías sin pavimentar. Prácticamente, era un atajo para la ciudad de Cuzco, pero aun teníamos que detenernos por un día en la población de Sicuani.. Nos llamaron la atención los taxi halados por bicicleta. Después de pasar Sicuani, el paisaje dejó de ser desértico para adquirir el verdor de la zona andina. No nos dimos cuenta del ascenso. Observando el paisaje llegamos a Cuzco: http://www.peru.com/cuzco/

La altura está situada, más de 3000 metros, hace que sea muy difícil moverse en ella. Nos aficionamos al té de coca: que es té, pero preparado con hojas de coca. Nos informaron que no se parece en nada a la cocaína.

Después de ambientarnos y descansar un poco salimos a buscar información sobre la forma de ir a Machu Picchu: Se podía ir caminando (tres días)... en tren (cuatro horas más ascenso de 29 minutos en autobús)... en helicóptero (20 minutos más otros 20 en autobús).

Ir en tren nos obligaba a quedarnos en una población de las cercanías de Machu Picchu: http://www.geocities.com/Baja/1493/story.html

Machu Picchu está situado a 2.800 metros de altitud. La llama no es natural de esas alturas... las que existen allí es porque han sido aclimatadas.



XXXII

Salimos del Cuzco no sin antes comprarnos un buen lote de hojas de coca. Nos dirigiríamos a Nazca: queríamos ver "Las líneas de Nazca". Camino de Nazca le empecé a refrescar la memoria a Gladys diciéndole que la primera secretaria que había tenido era Ángela Hernández, de Nazca... que ella había resuelto romper el contrato de trabajo porque había conseguido un novio italiano y se iba a Italia.

También nos pusimos de acuerdo sobre la forma de regresar a Caracas. La vía por Colombia, aunque relativamente corta, nos la habíamos prohibido. Con la guerra civil de Colombia, con la diversidad de grupos armados, el gobierno, la FALN, los contra, la FARC, los narcotraficantes y los bandoleros, éramos presa fácil para el secuestro por cualquiera deestas partes.

La vía sería atravesar todo el Perú, reposando algo en Lima, luego Guayaquil y Quito. Desde hay volver a Perú, llegar a Lima, tomar la carretera a Pucallpa, y en Pucallpa montar la camioneta en un empujador, a través del Ucayali que llegaba a Iquitos. Nosotros tomaríamos un avión que nos llevaría a Iquitos, y en Iquitos poner la camioneta en un empujadora través del Amazonas que llegaría hasta Manaos. Por nuestra parte, tomaríamos un avión y esperaríamos en Manaos la llegada de la camioneta en el empujador. Desde ahí nos trasladaríamos a Caracas por carretera. Con ese plan no rompía la promesa hecha a Gladys... que resignadamente aceptaba el plan (no había otra alternativa).

Poco después de salir de Cuzco, se acabó el pavimento de las carreteras y se observaban (viejos) graffiti de Sendero Luminoso. Nos dispusimos a buscar una población para pasar la noche. La falta de asfalto me tenía adolorido.



XXXIII

En el camino para Nazca se hizo necesario romper una de las imposiciones del viaje: no viajar de noche. Las poblaciones que se nos presentaban eran muy pequeñas como para tener alojamientos. La imposición fue rota en el sitio denominado con el nada alentador nombre de "La cuesta del Borracho". Nosotros estábamos en el sentido del descenso.

Aproximadamente a las 11 PM llegamos a Nazca. Inmediatamente, buscamos el hotel escogido en los manuales que llevábamos. La camioneta entraba perfectamente en la cochera (garaje) del hotel. Le dije a Gladys que por favor descansáramos hasta el próximo día para después ver las líneas.

Al día siguiente de nuestra llegada, nos dirigimos al restaurante del hotel. Me dispuse a escuchar una descripción previa de las Líneas que estaba dando una joven en italiano. Como la voz me era en cierto modo familiar, dirigí mi vista hacia la que estaba hablando. No sé por qué razón ella también dirigió su mirada hacia mí. Era Ángela... mi antigua secretaria. Interrumpió lo que estaba diciendo y se dirigió hacia nuestra mesa:

- ¡Ingeniero Schembre!.

- ¡Ángela!.

Le expliqué lo que me estaba sucediendo. Se dispuso a ayudarme. Me dijo que por lo de la visita a las Líneas no me preocupara, que ella era conocida y respetada por todos, que me iba a poner en contacto con unas personas que siempre volaban a Pucallpa y eventualmente a Iquitos.

Cuando hablé con estas personas me dijeron que si iba a Pucallpa en mis condiciones, seguro que yo y Gladys seríamos asaltados, que ellos tenían mucha experiencia. Decidí hacerle caso a estas personas.

Al día siguiente, Ángela me había conseguido, creo que pagado por ella, un Cessna 172 para sobrevolar las líneas. Lamentablemente las fotos tomadas no son explicativas de lo observado.



XXXIV

Ángela, después de hacernos miles de recomendaciones, nos dejó partir como al cuarto día de estar en Nazca.

La vía de Nazca a Lima es un trayecto aparentemente desértico, sin embargo se puede conseguir agua excavando a muy poca profundidad, debido a que corren muchos ríos subterráneos como desagüe de la cordillera andina.

En Lima debíamos visitar a una familia amiga de Franco. Me preocupaba enormemente lo de pasar por Colombia, dada la recomendación de los amigos de Ángela... además se podían notar los avances diarios de mi ataxia. Estuvimos varios días en Lima y seguimos hacia el norte. Al salir de Lima hay una autopista por un trayecto largo. Los policías de tránsito abundan en esta vía. La primera vez que me detuvo un policía de tránsito la conversación fue mas o menos la siguiente:

- ¡Buenos días!.

- ¡Buenos días! -contesté.

- ¿Sus documentos?.

- Aca están

Observa los documentos durante varios minutos mientras espero resignadamente.

- Mire ciudadano -dijo el policía-, todo está en regla, pero, no perdamos tiempo, yo quiero una ayudita de 50 dólares. Más adelante no lo van a molestar, porque yo me encargo de radiar.

Sonriéndome, le entregué el dinero. Me sentía agradecido al policía por esa forma tan decente de asalto.

Después de varios días de viaje y varias noches en hoteles llegamos a la frontera con Ecuador. No recuerdo el nombre de la población fronteriza entre Perú y Ecuador. Desde esa población hasta Guayaquil serán unos 200 km., que recorrimos en el mismo día. Me sentía muy cansado. Cada vez que pensaba en la forma de llegar a Caracas, se me ocurrían soluciones que a Gladys le parecían no viables: Como, por ejemplo, la de llegar a la frontera de Ecuador y Colombia, bus...

Si no podíamos atravesar Colombia (por miedo al secuestro, que yo consideraba seguro)... tampoco podíamos pasar por el Amazonas Peruano (por lo que nos habían advertido los amigos de Ángela)... ni mucho menos podíamos repetir hacia atrás todo el camino (por razones prácticas) ya que me sentía cansado. La única solución posible era montar el vehículo en un barco en el Puerto de Guayaquil enviarlo a La Guayra en Venezuela. Nosotros haríamos el viaje Guayaquil-Caracas en avión.

Así hicimos. El viaje había durado desde Abril hasta Noviembre, unos 6 meses y 20.000 km.

La camioneta llego a la Guayra en una semana, pero sólo en Febrero de 2002 (más de cuatro meses más tarde) fue posible sacarla de la aduana de Venezuela: Los burócratas de la aduana (aunque me esforcé en explicarles) no entendían por qué un vehículo con matrícula venezolana llegaba por mar.