5- APOSTEMOS POR LA DIGNIDAD DE LOS MINUSVÁLIDOS. Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich. Publicado en Heraldo de Aragón (sección punto de mira) el 17 de Febrero de 1997.

¿Qué le pasa a mi identidad? El hecho de que alguien o algo te haga sentirte vivo, me recuerda las muchas cosas muertas que tenía alrededor. El limitar mi vida a estar solamente con otros minusválidos o con gente que te vive sólo como minusválido me resta vitalidad, que es lo que más necesito. Y creo que yo les quito algo. Sí, a veces surge una gran amistad, amor, aprecio, pero el hecho de que vean dos sillas de ruedas no implica que sean amantes o amigos... ¡Tengo un amigo que también va en silla de ruedas, a lo mejor lo conoces! Hace unos pocos meses pensaba que había una causa de minusválidos por luchar. Ahora pienso que también hay otra causa, y esa se llama dignidad. O no hay ningún ideal que no sea el ideal humano. Tal vez, he sido bastante intervencionista y quería que los minusválidos se vivieran normales en su minusvalía. Sencillamente ahora me da igual. Sé, de buena tinta, que el hecho de padecer una minusvalía, no hace ni mejor, ni peor a la gente.

Sí, soy un discapacitado, un enfermo, un minusválido, ¿y qué? Tengo otras capacidades para luchar y las necesito mucho más que otros. Sí, tengo suficientes características para vivir al margen de lo social, sin integrar mucho, pero una parte de mí es demasiado sensible (precisamente por la minusvalía), para pasar por la dureza de la represión social, y tengo que ser así, lo entiendas o no, necesito el cinismo, el absurdo, el sarcasmo para vivir, tal vez ajeno a los problemas corrientes. Por lo demás, soy un rockero.

Defiendo la dignidad de aquellos a los que se les niega la responsabilidad. No, la caridad no, bueno, si dan dinero... Pero yo he de deprimirme, he de sonreírme, pero paso de la competitividad, estresa. Casi es mejor no integrarse como minusválido, sino como persona, con problemas, sí. La sociedad debe esforzarse por proteger al minusválido tanto como se esfuerza por desintegrarlo. Atáxico que lees esto, sé tú mismo y olvida las miradas de la gente, pon de tu parte en entender a los demás, lucha, no te dejes "integrar", sino participa de verdad. Respeta tu deseo, que no te diga nadie lo que desear, déjate espacio. Escucha a los psicólogos, asociaciones, médicos, padres, amigos, escúchales, pero no les hagas mucho caso; empieza a confiar en ti mismo. Si hay dignidad, habremos dado un paso, hemos de educar a lo social partiendo de nuestra dignidad porque las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos no integran a gente con problemas de adaptación cultural o social, sino que integran a ideas o a minusválidos.

Hay cantidad de barreras arquitectónicas, de barreras mentales, de barreras sociales, y nuestro esfuerzo no debe encaminarse a derribarlas, sino a escucharlas, a entenderlas y, a veces, a respetarlas, mal que nos pese, porque hay una cosa que es más importante que el bienestar de los minusválidos: el bienestar de todos.