161- VISIONES DE NAVIDAD. Por Inma Benito, amiga de Cristina Fernández, y Miguel-A. Cibrián (ambos pacientes de Ataxia de Friedreich).

En la primera decena del mes de diciembre, Inma, cariñosamente alias Pocahontas, nos enviaba a la lista de correo, HispAtaxia, un mensaje titulado "Pistoletazo de salida". Versa sobre la Navidad. Su belleza es tal que, ya de entrada, me causa un problema para copiarlo aquí: Y es que no sé si es poesía libre de métrica y rima o prosa poetizada. Por tanto, no sé si debo hacerlo en versos o en párrafos. Dice así:

"A mucha gente no le gusta la Navidad.
Los motivos son de lo más diverso.
Unos dicen que es una excusa del comercio para aumentar las ventas.
Otros alegan ateísmo.
Otros que son fechas tristes, porque se añora a los que no ya no están con nosotros.
Pero no todos somos iguales.
Y yo, aunque comparto muchos de los motivos anteriores, digo "¡me gusta la Navidad!".
Puede ser que me aferre a los maravillosos recuerdos de la infancia.
Puede ser que no quiera renunciar a la fascinación de las luces y colores.
Puede ser que no quiera perder la ilusión por lo mágico y la fantasía.
O puede ser que no haya madurado y no quiera madurar.
Que por unos días viva en el País de Nunca Jamás.
O puede ser simplemente que quiera que me guste.
Por eso, doy el pistoletazo de salida.
Ya he decorado mi casa.
De acuerdo con mi carácter, ha quedado excesiva.
Árbol, nacimientos, luces, profusión de velas y colorines.
Y desde hoy, hasta que se acaben estas fiestas,
también pienso decorar mis "emilios" de la misma forma que mi casa.
Porque esto también lo quiero compartir.
Cada vez que uno escribe un correo a esta maravillosa lista, es como si abriera las puertas de su casa.
Por eso, desde hoy, quiero que veáis la mía como yo la veo, o como la quiero ver.
¡Paz y Felicidad!.
Un beso a todos"
.

A raíz de este mensaje de Inma, propuse a través de la lista de correos que enviáramos escritos de este tema, "Navidad" para el próximo boletín de la Federación Española de Ataxia en tres direcciones distintas:
1- Seguir esta temática del mensaje, respondiendo y comentando.
2- Redacciones sobre la Navidad.
3- Cuentos navideños.

En esta fría mañana de diciembre opto por seguir la línea del punto primero exponiendo mis opiniones personales tomando como referencia los versos de Pocahontas. Volver ahora a incidir sobre la belleza de su poema me parece una redundancia, pues ya me he expresado en tal sentido. En su contenido me parece verdades como puños y otras que para mí no lo son tanto. Y no, Inma no es la que miente o tergiversa. Ella sólo cuenta el abanico de opiniones. Tampoco hay aquí mentiras descaradas, sino simples tergiversaciones nacidas de la condición humana. Somos cada uno de nosotros quienes cada día necesita autojustificar sus gustos, sus ideas, sus actitudes... Los seres humanos sentimos necesidad de creernos nuestras propias excusas, más o menos ciertas, o más o menos falsas, para el caso es lo mismo. Y para más, son ideas la mayoría de veces nacidas de nuestras propias circunstancias y, por tanto, cambiantes a lo largo de la vida en función de los avatares que no haya tocado vivir en cada momento. Eso también influye de la misma manera para el pro o el contra de este gusto en particular. Y así lo reconoce Pocahontas en sus versos: "O puede ser simplemente que quiera que me guste".

Por lo dicho en el párrafo anterior, alegar el ateísmo para el no gusto de la Navidad, me parece una simple excusa necesitada para justificar nuestras ideas impulsadas por nuestras circunstancias. No obstante, cada cual es libre no sólo de poner en su pensamiento sus propios conceptos más o menos tendentes a autoconvencerse de su propia actitud, sino también a obrar tal y como cada cual desee siempre que no cause perjuicios a otros. Sin embargo, es indudable que vivimos en una sociedad claramente aconfesional donde ciertas imágenes, apoyadas por siglos de costumbres, ya no pasan de ser pura simbología. Un belén ya no es signo exclusivamente religioso. El nacimiento navideño anima a ir a Misa lo mismo que "El triunfo de Baco" de Velázquez incita a cogerse una cogorza: O sea, nada. Por otra parte, por demás o por de menos, siempre andamos perdidos en ciertos temas: No está bien empalmar y confundir los derechos de las minorías con la intolerancia y la intransigencia por parte de dichos grupos minoritarios. Y me viene a la memoria el texto humorístico pegado por María José, precisamente en estas fechas y en consonancia con el tema aquí tratado: donde cierta empresa suspende su programada cena de Navidad después de la protesta por fases, de vegetarianos, obesos, pobres, alcohólicos anónimos, gays, lesbianas, etc. Afortunadamente, en la sociedad española actual hay total libertad para que cada uno viva a su manera unas fechas llamadas navideñas bien sea en consonancia con sus creencias religiosas, de cualquier confesión, o con su increencia.

Aducir que (la Navidad) "es una excusa del comercio para aumentar las ventas" me parece más de lo mismo: decirse algo simplemente para autoconvencerse. Uno podría preguntarse cuál es primero si la necesidad del hombre de celebrar fiestas o la de incrementar las ventas. Indudablemente, el ser humano ya tendría sus celebraciones alrededor del fuego antes de inventar el dinero o el comercio. Es innegable la existencia de una sociedad de competitividad que lleva a promocionar el producto e intentar incrementar las ventas por cualquier resquicio donde se vea una oportunidad. No sólo es la Navidad, sino también están en igual caso, el día de la madre, la reunión de amigos, un bautizo, un enlace matrimonial, y un largo etc. Puede parecer tan ridículo renegar de la Navidad por esta causa de tildarlo de excusa para incrementar ventas, como huir del matrimonio porque la costumbre social exige ciertos gastos. Y es que cada cual puede cenar estas fiestas navideñas angulas y caviar regado con cava, que patatas cocidas y agua del grifo. La puñetera realidad es que muy pocos se plantearán el dilema por pura voluntad, más bien los de cena patatera, por razones económicas, no tendrán posibilidad de elección. Y vueltos al otro caso de comparaciones: también puede uno contraer matrimonio prescindiendo de cualquier fasto.

Pero es que, además, como en el punto anterior, también en éste influyen las circunstancias personales de cada uno. A mí, con una enfermedad degenerativa, no teniendo un duro, y viviendo en un pueblo, me resulta sumamente resulta fácil ser crítico con esta sociedad consumista y de competitividad y declararme antihedonista, solidario, ecologista, defensor de pobres, etc, etc. Pero demos la vuelta de tortilla a esas mismas circunstancias mías. He de reconocer que de tener una salud a prueba de bombas, un talonario de fondos casi sin fin, y si viviera en una gran ciudad, es muy probable que me dijera lo de "¡a vivir... que son tres días!". Y, por supuesto, si en vez de un Don nadie fuera un gran empresario de hostelería, ya me estaría devanando los sesos para ofrecer en Nochevieja una atractiva cena cotillón, en mejores condiciones que la competencia, para llenar de clientes mi establecimiento y obtener pingües beneficios... que, por otra parte, el sistema de sociedad y mi propia conciencia me diría que no son para mí, sino para amortizar inversiones, pagar empleados, etc., [bueno, ¡un buen pellizco para mí tampoco estaría mal! :-) ].

El punto "Otros (alegan) que son fechas tristes, porque se añora a los que no ya no están con nosotros", no tengo experiencia directa para analizarlo. Mis abuelos paternos, con quienes he convivido casi toda la vida, fallecieron a los 96 y 99 años. Toda muerte impacta, pero a esas edades se ve como algo natural sin que impida reprimirse a la hora de comer el turrón la próxima Navidad. En cambio, sí creo tener experiencia indirecta en cuanto a mi enfermedad progresiva y la depresión de ella derivada. Y es que los seres humanos necesitamos utilizar el entorno para fijar puntos de referencia que nos permitan saber nuestra ubicación. Lo cual implica que si alguien está triste por cualquier causa va a sentirse más desplazado y aún más triste cuanta más alegría observe en el entono utilizado como referencia. Por supuesto que a causa de mi enfermedad progresiva he sentido esta paradójica melancolía navideña comparativa durante mis años de crisis psicológica. Y la verdad, uno no sabe bien si es la tristeza la que te coge y te invade y te vapulea, o es cada uno quien se encierra en su propia tristeza. Imagino la existencia de un círculo vicioso donde lo uno lleva a lo otro, y lo otro lleva a lo uno... sin saber cuál es antes o cuál después. Y en mi comparación veo una analogía casi perfecta con la descripción de Inma en este punto. Uno podría hacerse preguntas acerca de la reiterada visita a los seres queridos en los cementerios. También ahí es difícil saber si el grueso de melancolía es antes o después de la visita. No sabría decir si es la tristeza la que impulsa a acudir al cementerio o se acude porque existe un impulso de necesidad de sentir esa tristeza.

En resumidas cuentas, creo que no puede hablarse de "unos y de otros" como si la opinión de cada uno acerca de la Navidad dependiera de sus cualidades personales. Más bien, aparte de que, salvo el desarrollo en la niñez, el paso normal de la ilusión es decrecer a medida que se incrementa la edad, pienso que la opinión depende del oleaje de las circunstancias con que la vida golpee la barquilla de frágil timón de nuestra existencia. Así hablando, pudiera parecer un fatalista consumado. No se trata de eso. Sucede que en ocasiones las tempestades son enormes para gobernar con eficiencia la débil cáscara de nuez en la inmensidad del océano. Nunca sé por dónde "ando", y en referencia a las preguntas existenciales, tampoco sé quién soy, ni de dónde vengo, ni adónde voy, pero a pesar de haber puesto rumbo al norte, ayer, según me dijo otro marinero, estaba por el Estrecho de Magallanes :-) .

Reiterando con mis experiencias cuanto acabo de decir sobre la influencia de las circunstancias personales en la mirada de las celebraciones de esta época del año, también he tenido varias visiones, y hasta contradictorias, de la Navidad a lo largo de mi vida: Desde la normal mirada ilusionada de cualquier niño observando la vida a través de cristales de colores... al "no va más" de la alegría de alguien interno en colegios que, tras un largo trimestre alejado de la familia, volvía a casa por Navidad a compartir el turrón y los sentimientos con padres, hermanos, tíos, y abuelos... pasando por una juventud donde uno se sabía enfermo, pero no alcanzaba a vislumbrar la gravedad, o tal vez no quería fijarse y era capaz pasarse sin hacerlo, y se enrollaba en su trabajo diario y en sus cosas... a la tristeza depresiva de enfermo degenerativo convertida en melancolía infinita al buscar el punto de referencia, antes aludido, y contrastar sus propios sentimientos con la alegría del el entorno... y al necesitar e intentar soñar y marcharse al país de Nunca Jamás (que menciona Pocahontas) que no se dónde está ubicado, pero lo más probable es que ese lugar no sea de este mundo y ni siquiera esté cerca del Estrecho de Magallanes por donde yo "andaba" ayer :-) .

"Puede ser que me aferre a los maravillosos recuerdos de la infancia. / Puede ser que no quiera renunciar a la fascinación de las luces y colores. / Puede ser que no quiera perder la ilusión por lo mágico y la fantasía. / O puede ser que no haya madurado y no quiera madurar. / Que por unos días viva en el País de Nunca Jamás. / O puede ser simplemente que quiera que me guste". Hoy pensaría que está bien tener una, una sola, Navidad al año. Tal vez como Inma "quiera que me guste" y me marche, necesitado, a refugiarme en mis recuerdos de luz y colorido. Tal vez, como en esta sociedad por la imperante regla de "vales cuanto tienes" soy un parásito social, me exilie voluntariamente al país de Nunca Jamás a soñar con amor y demás cosas bellas de la vida que necesitan mis sentimientos de ser humano. Allí, a tal país, vamos los necesitados, los que nos detenemos ante la ética, los pobres, los ingenuos, los enfermos, los desheredados... ¡Para, Miguel-A., para, que esto suena a sermón de la montaña! :-) .

Más en serio, ese país de Nunca Jamás es aquí y aquí y ahora. Y, aunque a los necesitados soñadores el mundo no nos valore y pasemos por prescindibles, al planeta tierra aún no ha llegado la hipotética ley de la selva gracias a nosotros. Y digo hipotética porque no sé si invadido por la corriente ecologista derivada de la reciente catástrofe de la marea negra procedente del vertido del Prestige, o cautivado por la famosa melodía de Roberto Carlos: yo también "¡quiero ser civilizado, como los animales!" :-) .