212-NAVIDAD, 2007-2008. Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos.

Al enviar el pasado número a todos los contactos de mi libreta de direcciones, relacionados con la ataxia, os animaba a participar escribiendo en este boletín de FEDAES. Así debiera de ser. El boletín pretende ser una obra de todos los atáxicos... su voz. Los redactores solamente podemos recoger las noticias, más interesantes, relativas a la ataxia. Pero la vida de un atáxico no es exclusivamente la ataxia. Sí, la tales noticias científicas son muy importantes, pero un completo vacío si prescindiéramos de la parte humana de cada uno de nosotros. Es precisamente eso lo que, además de los avances de la ciencia sobre nuestra enfermedad, queremos ver. Si se me apura, veterano que es uno y, ya, un tanto resignado, tal faceta humana, es mucho más interesante que lo noticiable en relación a los avances de la investigación. Queremos saber de la vida de cada uno de los atáxicos... sus experiencias... sus textos... sus obras.

Tú, amigo atáxico, eres aquí el importante. La vida nos ha unido en torno a una enfermedad en nosotros o en nuestros familiares. Debiéramos estar unidos e interesados los unos por los otros. Y, en el fondo, es así. Aunque sin quitarles mérito, nadie sale tan satisfecho de unas jornadas de FEDAES por la brillantez de las conferencias, como por calor humano de compartir unos días con las personas que viajamos en nuestro mismo barco de la ataxia. Por ello, amigo atáxico "cúentanos cómo te ha ido", o cúentanos tu mundo imaginativo a través de tus textos... de cualquier estilo literario. No pretextes que no sabes. Coge al toro por los cuernos. Tú eres tú... con todas las circunstancias que concurren en tu vida. Nadie te pide que escribas como Cervantes, ni que compitas en una carrera de 100 metros vallas. Recuerda que tiene tanto mérito, o más aún, balbucear unas palabras sin haber tenido estudios, que escribir "La Biblia" desde una cátedra periodística. Recuerda que puede tener tanto mérito no caerse, llevando el culo pegado a una silla de ruedas, como saltar, sin tocarlas, todas las vallas de la hipotética carrera. No pretextes que no sabes: Los redactores nos hemos ofrecido a ayudarte sintáctica y ortográficamente, si nos lo pidieras... solamente si lo pidieras.

Volviendo al envío del último número, y dadas las fechas circundantes a la próxima publicación, os pedía, especialmente, colaborar a la redacción del boletín con textos relativos al tema navideño. A la fecha de hoy, cuando realizo este escrito, no he recibido colaboraciones. Quisiera haberlas recibido, e insisto en que el boletín hemos de hacerlo entre todos para todos. No por ello reprocho nada. En mi largo camino, como atáxico, he pasado por múltiples fases... casi todas... y puedo comprenderlas. Animo a colaborar... por el colaborante y por los lectores... lo cual es muy distinto a reprochar.

En realidad, yo tampoco había hecho los deberes... ni tenía ni ninguna idea de hacerlos. A uno le parece que cuando ya ha escrito en dos ocasiones, en este mismo boletín, sobre el tema navideño, ya ha dicho cuanto sabía decir... y cualquier añadido sería retórica repetitiva. Pues bien, pretendo rellenar el vacío de falta de colaboración con un viejo cuento navideño escrito e ilustrado, personalmente (los dibujos fueron hechos a mano, a mayor escala, por supuesto), hace muchos años. Y lo ofrezco tal y como estaba.. sin modificarlo ni retocarlo.

Es evidente que, el argumento del cuento, hoy no lo escribiría ni siquiera parecido a como está escrito. Y, si me pusiera a reformarlo, de cuanto hay, no quedaría ni títere con cabeza. En la vida, los seres humanos evolucionamos tanto que, si nos pusiéramos a pensarlo, ni siquiera nos reconoceríamos a nosotros mismos. ¡Ojo!, he dicho "evolucionamos"... no uso la expresión "madurar"... muy de moda. No me gusta. La maduración es un proceso lineal. El hombre evoluciona como en el baile de la tenca... "un pasito para adelante y dos pasitos para atrás"... o viceversa... que de eso nunca he entendido un carajo. Evolucionamos... sin más... con zigzagueos... y con luces y sombras. Ni a mejor ni a peor... evolucionamos solamente.

El cuento puede parecer un tanto pueril. No lo niego. Pero, al fin y al cabo, con independencia de creencias o increencias, eso mismo es la Navidad: Olvidar, al menos por un momento, nuestras rencillas de adultos, y desearnos feliz Navidad. ¿Mañana...? Mañana volveremos a "pincharnos" los unos a los otros. Y la prueba es que hasta en cualquier guerra cruel se hace una tregua por Navidad.

¡FELIZ NAVIDAD!.

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