22- MADERA, MADERA...
Por Pilar Ana Tolosana, paciente de Ataxia de Friedreich, de Vitoria.

Sonia había terminado sus vacaciones y, habiendo dejado a una amiga en aquella ciudad porque tenía que resolver un asunto concerniente a su trabajo, se trasladaba en un coche de alquiler hacia el aeropuerto. Le faltaban cuatro kilómetros para llegar, cuando en el arcén divisó a un autoestopista con el dedo gordo de su mano derecha levantado y esperando que algún compasivo conductor detuviera su vehículo para recogerle. La chica paró al lado de la cuneta, y él, algo desarrapado pero guapetón y morenazo, expresó a Sonia sus deseos de ser acercado al aeropuerto. Entonces, ella accedió a llevarle allí, y el muchacho, contento, dio las gracias y se sentó al lado de la conductora, tras haber puesto en el asiento trasero su reducido equipaje que consistía en una pequeña bolsa de plástico, que anunciaba una carnicería con su dirección y teléfono en su exterior, y donde seguramente llevaría lo imprescindible.

El joven le comentó que procedía de un poblado tropical dedicado a la producción maderera, ya que la tierra allí era poco fértil para dedicarse a la agricultura. Un día habían llegado unos hombres trajeados y aparentemente "de dinero" que venían desde el Norte. Afirmaban que se estaba produciendo en la zona la degradación y erosión del suelo y que los trabajadores debían dejar su trabajo de la tala de árboles para que el área se regenerara. Los hombres del Norte, les ayudaban con ciertos subsidios económicos, pero éstos no daban de sí para alimentar las ciento ochenta y cuatro bocas del poblado. Por eso, los hombres tenían que emigrar a otros países para mantener a sus familias. Después de estas explicaciones permaneció callado todo el viaje hasta la llegada al aeropuerto.