25- ESTRELLA, UNA NIÑA. Por Francisca Gálvez, paciente de Ataxia de Friedreich, CAMF de Alcuéscar en la provincia de Cáceres.

"Con cariño de Paqui, para Ana".

Estrella era una niña preciosa y alegre. Vivía en la aldea Asturiana donde había nacido. Tenía ocho años, e iba a un colegio situado en su aldea. Tenía muchos amigos y compañeros de clase. A estrella le gustaban mucho los animales de todo tipo. Un día les preguntó a sus compañeros:

- ¿Queréis que les preguntemos a nuestros padres y a la maestra si nos dejan ir un día de excursión al bosque?

- ¡Vale, estupendo! -respondieron-. Nos gustaría un montón.

Cuando los niños preguntaron a sus padres, éstos no pusieron ninguna objeción, al contrario.

- ¿Irnos de excursión? -respondió la maestra a aquella sugerencia-. Lo veo fenomenal, porque es una de las maneras de aprender al aire libre. ¿Podríamos ir pasado mañana?.

-Sí, ¡bravo! -respondieron todos los pequeños.

Pasados dos días, los niños llegaron con sus respectivas meriendas en las mochilas. Iban muy contentos hasta el lugar donde habían acordado reunirse. Una vez reunidos, subieron al autocar y se pusieron en camino. Viajaban cantando y jugando: se lo estaban pasando muy bien.

- Por favor -dijo la maestra una vez llegados al lugar de excursión-, id todos en fila y no os separéis, porque el bosque es muy grande y podéis perderos.

Todos hicieron caso a la recomendación de la maestra. Se lo pasaban de maravilla. Cuando encontraban un árbol o un animal, la maestra les explicaba las características de cada cosa. Todos los niños y niñas estaban entusiasmados viendo y escuchando tantas cosas importantes sobre la Naturaleza. Tan entusiasmados estaban, que una de las niñas, Estrella, se quedó un poco atrás, despistadilla, y se extravió.

Estrella comenzó a llamar a sus compañeros gritando con todas sus fuerzas y estuvo buscándolos durante horas, pero todo fue inútil. Cansada y asustada, se sentó en el suelo y comenzó a llorar.

- ¿Qué te pasa? -le preguntó un búho cuando ya estaba oscureciendo y a punto de llegar la noche-. ¿Cómo te llamas?.

- Estrella -contestó-. Me he perdido y estoy asustada.

- No tengas miedo -dijo el búho. Ya verás como tus compañeros dan contigo. Voy a llamar a mis amigos: te haremos compañía y así al menos no te sentirás sola.

- De acuerdo -dijo Estrella.

El búho, que se llamaba Aristóteles, fue a buscar a algunos amigos. Encontró a la araña Piluca [que tejía de maravilla], a la osa Tomasa [que cocinaba estupendamente], y a tres pájaros carpinteros, llamados Nacho, Alfonsín, y Marianito [que eran fabulosos haciendo cosas de carpintería].

- ¡Hola! -dijeron los animales al llegar al lugar dónde estaba Estrellita.

- ¡Qué niña más preciosa!, ¿verdad? -dijo Aristóteles mientras hacía las respectivas presentaciones-. Mis amigos y yo te vamos a ayudar hasta que te encuentre tu familia

- Bien -respondió Estrella.

- ¿Por qué no le preparamos alojamiento y comida? -preguntó Aristóteles a sus amigos.

- ¡Vale!, yo le preparo la cena -dijo la osa Tomasa.

- Y yo tejeré una manta para que no pase frío -dijo la araña Piluca.

- Nosotros construiremos una cama con el tronco de un árbol -dijeron los tres pájaros carpinteros.

Mientras Tomasa, Piluca, Nacho, Afonsín, y Marianito realizaban las cosas ofrecidas, Aristóteles enseñaba a Estrella la pequeña parte del bosque al tiempo que le iba presentando más amigos:

- Mira, este pájaro es un ruiseñor. Le llamamos Pavaroti, porque canta de maravilla. Este conejo es genial tocando el tambor. Pero, ¿ya te encuentras más tranquila?.

- ¡Claro que sí!. Con vosotros, imagínate, lo estoy pasando en grande. Pero, Aristóteles, estoy rendida, ¿por que no nos vamos a dormir?.

- De acuerdo -dijo el búho-. Mañana te seguiré presentando a mis amigos.

Cuando regresaron, Tomasa ya había preparado la cena, Piluca le había tejido la manta y un vestido muy bonito, y los tres pájaros carpinteros habían construido una cama preciosa y muy cómoda.

- ¡Recóncholis! -exclamo Estrella extrañada por la rapidez de sus nuevos amigos-. ¡Tan pronto habéis hecho todo esto!.

Estrella se dispuso a cenar y luego descansaría.

- Tomasa, esto está riquísimo -dijo la niña cuando probó la cena-. Muchas gracias por todo lo que estáis haciendo por mí. Si no hubiese sido por vosotros, seguramente estaría medio muerta de miedo en algún rincón del bosque.

A todos se les cayeron las lágrimas.

- Estrellita, acaba pronto: es hora de dormir -añadió el búho intentando cortar aquel momento de emoción-. Mañana, si no te encuentra tu familia, te enseñaré muchas cosas interesantes.

Cuando la niña se acostó, se quedó dormida como un tronco. Piluca la tapó con la manta, y todos le dieron un beso de deseo de buenas noches.

Al día siguiente, llegaron Tomasa y Piluca para despertarla, darle el desayuno, asearla y ponerle el vestido tejido por la araña.

- ¡Anda, qué guapa estás! -exclamó Aristóteles al verla-. ¿Qué tal, Estrellita, has dormido bien?.

- ¡De fábula! -contestó Estrella-. ¡En esa cuna tan "chupi" no se puede dormir mal!.

- ¿Te ha gustado la cama? -preguntaron los pájaros carpinteros que estaban allí presentes.

- ¡Claro que sí!. Aparte de ser muy cómoda, es muy bonita.

- ¡Pues hoy te haremos más muebles! -dijeron los pájaros.

Aristóteles se fue con la niña para presentarle a más amigos del bosque.

- Mira, preciosa -dijo el búho-, cuando tu familia te encuentre, te irás, pero mientras eso ocurre, mis amigos y yo hemos pensado darte clases como si estuvieses en "el cole". La araña, la osa, los tres pájaros carpinteros, y yo te enseñaremos todo cuanto sabemos. Incluso, si te sientes enferma, me lo dices, que yo entiendo un poco de medicina. ¿Qué te parece?.

- ¡Estupendo!.

Y sin más, continuaron viendo las cosas estupendas que la Naturaleza les ofrecía. De pronto, vieron a un grupo de mariposas que estaban pintando con sus pinceles en sus respectivos caballetes.

- ¡Hola, Aristóteles y compañía! -saludaron las mariposas.

El búho explicó a la mariposas lo que le ocurría a la niña.

- ¡Qué bien pintáis! ¿Me enseñaréis? -preguntó Estrella.

- ¡Claro que sí! -contestó la mariposa Margarita.

Continuaron el camino, y de pronto, ambos sintieron un olor delicioso. No muy lejos de allí había un amplio grupo de abejas cocinando estupendos pasteles de miel.

- ¡Buenos días!, Beatriz y compañeras -saludo el búho.

- ¡Hola!, Aristóteles. ¿Que te trae por aquí? -preguntó la abeja.

- Escuchadme todas -dijo el búho explicando todo lo que pasaba-. Esta niña necesita ayuda.

- No te preocupes, bonita - dijeron las abejas- Nosotras podemos enseñarte a hacer pastelillos.

Y así fue pasando el tiempo. Estrellita cada día aprendía más. Llegó un momento en que la pequeña se hacía sus propios trajes, también se hacía algún mueblecito, y cocinaba de perlas. Además, aprendió a pintar, incluso, según decía Aristóteles, había aprendido mucho de matemáticas.

Todos los animales del bosque se sentían orgullosos y dichosos con los progresos de aprendizaje de Estrellita.

Después de casi un año, el guardabosques vio a Estrella. Sin pérdida de tiempo, corrió a avisar a la familia de la niña. Cuando ésta conoció la noticia, saltaron de alegría.

Después de tanto tiempo, la familia encontró a su niña. Todos lloraban de felicidad.

- ¡HIJA MÍA, PERO QUÉ GUAPA ESTÁS¡ -le dijo su madre entre besos y abrazos.

- Venid -dijo Estrella a su familia-, que os quiero presentar a mis amigos.

Una vez hechas las presentaciones, Estrella llevó a su familia y a sus amigos hasta su casa del bosque y les contó todo cuanto los animales habían hecho por ella y lo que le habían enseñado. Incluso la maestra lo calificó de fabuloso.

- Os doy las gracias -dijo la maestra a los animales- por haber enseñado tan bien y tantas cosas a nuestra pequeña. Y os quiero pedir un favor: como vosotros no vais a la ciudad, nosotros podríamos venir al bosque un día a la semana para que enseñaseis a todos los niños de la clase las mismas cosas que ha aprendido Estrellita. ¿Os parece bien?.

- ¡Claro que sí, cachi! -respondieron todos los animalitos

- Si vosotros queréis, os traeremos a la niña algún fin de semana para que esté con vosotros -dijeron los padres de Estrella a los animales en agradecimiento por todos sus cuidados-. ¿Queréis?.

- ¡BRAVO! -fue el grito unánime de respuesta.

A continuación, se despidieron con un fuerte abrazo y con lágrimas en los ojos.