37- FELIZ ¿...? NAVI... ¿QUÉ?. Por María Belando (amiga de paciente de Ataxia de Friedreich). 12/XII/1999. Dibujo manual de Luis Serrano Rodas, paciente de Ataxia de Friedreich, de Ecuador, (nacimiento indígena).

Vamos a ver, algo sobre Navidad, dices. No sé, no sé. Bueno, voy a poner una macetita de acebo, una cinta de espumillón, una bola de esas de plástico, y unos villancicos, a ver si me inspiro.

El acebo es de plástico. ¡Empezamos bien! Es más falso que un billete de 1.500 pesetas. La dichosa bolita también es de plástico. Antes las bolas eran de cristal. El espumillón es irisado. ¡Menudo cambio con los de antes! Y los villancicos, ¡para qué contarte! Si los que cantan son nada más y nada menos que "Medina Azahara". Y te lo cuento por si no lo sabes, ¿cómo se atreven unos rockeros melenudos a cantar villancicos a ritmo de estridentes guitarras? Se trata de una versión de "El Tamborilero", pero le han cambiado la letra y quitado panderetas y zambombas, sustituyéndolas por guitarras y sintetizadores.

Vamos, que así no se puede pensar nada, nada bueno al menos. Porque salir a la calle no es menos desconcertante. Sí, es cierto, es muy bonito todo: en las calles ya han colgado miles de bombillas de colores y se respira el ambiente festivo, pero me recuerda la artificialidad de mi maceta de acebo plastificado.

Ayer fui a comprar algunas cosas a unos grandes almacenes. ¿Sabes qué vi? A la izquierda juguetes, a la derecha juguetes, al frente juguetes, y perdidos entre los mares de juguetes, pequeñas islas de turrones, chocolates, sidras, trajes de noche, y adornos navideños. ¿Pero dónde narices me han metido la leche? Si yo sólo había ido a comprar la leche, y no había sido capaz de encontrarla entre todo aquel despliegue de productos navideños. Como no pude dar con ella, al final fui echando productos al carro: tres pastillas de turrón de café, dos de yogur con fresas, una de nata con nueces, siete botellas de sidra sin alcohol, un juego de construcción, una muñeca que toma el biberón, llora, hace pipí y caca, y tiene un guardarropa mayor que la modelo más top del momento, un coche teledirigido, (no tengo niños, pero para alguien servirá, digo yo), un traje de noche que quita el hipo, y unas cuantas cosas más que no necesito. Yo pensaba gastarme las 1.300 pesetas de la caja de leche, y al final he llegado a casa sin leche y con la tarjeta de crédito tiritando y agotada.

Cuando pongo la radio, entre canción y canción, publicidad a raudales que me indica el precio del cordero en la carnicería "El buen yantar". De paso, el establecimiento aprovecha para desearme unas felices fiestas y un próspero año nuevo. ¿Pero quiénes son estos? Yo no les conozco de nada, jamás he ido a comprar a su carnicería, nunca me los he tropezado por la calle, ni hemos compartido un mísero café. ¿Por qué me desean a mí una feliz Navidad?.

Si pongo la televisión, todos los canales han cambiado sus cortinillas de siempre y ahora siguen insistiendo con eso de "Felices Fiestas", anunciando todos sus programas de fin de año, y recomendándome ver sus resumen anual que concentran en una hora. ¿Pero qué, este año no ponen un programa de "Martes y trece"?.

Ahora que estoy pensando, yo soy diabético: no podré comer los dulces que he comprado. Como tampoco recibo visitas, tendré que tirar el turrón comprado. La sidra sin alcohol debe saber a rayos, no quiero ni probarla... también a la basura. No tengo niños en la familia, ¿para qué demonios he comprado yo los juguetes? Sí, es cierto que podría regalarlos a los niños de los vecinos, pero estoy peleado con ellos... no me hablo con ninguno... y no pienso hacer las paces con ellos, y menos hacerles unos regalos tan buenos y tan caros a unos mocosos que son la piel del diablo.

No. No se me ocurre nada sobre la Navidad. Y ahora voy a sacar mi arbolito de plástico para decorarlo, voy a tirar las felicitaciones a la basura, y voy a preparar mi sopa de ajo para la cena de Nochebuena.



Como todas las cosas de la vida, la Navidad también "baila al ritmo musical" que le impone la sociedad. Vivimos en una sociedad en extremo consumista donde se aprovecha cualquier pretexto para intentar vender. Y compramos, compramos, como dice María en su texto, incluso aquello que no necesitamos ni teníamos intención de comprar. "Los/las viejas carrozas" añoramos el antaño tiempo en el que el aguinaldo, que recibíamos cantando villancicos, no era más de unas pasas, nueces, piñones, avellanas, y cuatro caramelos. ¿Qué supondría tal cosa para un niño actual ahíto de dulces?.

No obstante, a pesar de los cambios sociales anteriormente citados, la Navidad es el mejor ejemplo del dicho de que "todo es del color del cristal con que se mire". Y hemos de reconocer cómo año tras año se va paulatinamente oscureciendo nuestra perspectiva de la Navidad. ¿No será nuestra ilusión la que se va tornando oscura?. (Miguel-A.).