76- "AGALOPE". Por Pilar Ana Tolosana, paciente de Ataxia de Friedreich, de Vitoria. (27/2/2001).

Marta estaba ilusionada por el postre tan variopinto que había hecho en el cursillo de cocina al que acudía gradualmente. El "Agalope", que así se llamaba la supuesta delicia, por su buen aspecto parecía estar diciendo: "cómeme, cómeme". ¡Qué disgusto se le puso a la chica en el cuerpo cuando al sacarlo del horno casi se le cae!. Al día siguiente tendría que fregar por llevarse a casa el "Agalope", sin embargo no estaba dispuesta a dejarlo allí para que los profesores se pusieran las botas.

- ¡Pero, Marta, bonita!, ¿te vas a llevar el "Agalope"? -le decían todos-. ¿Y tu dieta?.

Pues no eran listos ni nada: Marta era diabética y tenía que cuidar lo que comía. Pero ella guardaba el postre para su amiga Carmen, con quien vivía desde hacía dos años. Carmen había decidido compartir el piso al morir su madre, y con quién mejor que con su compañera desde niña.

No tuvo que andar mucho: la casa de Carmen estaba pasando dos portales: en el número 5 en la calle Gonzalo de Berceo. Temía que el postre se enfriara un poco: por eso no se entretuvo esperando al ascensor, y subió por las escaleras como alma que lleva el diablo.

Antes de que Marta sacara del bolso la llave para abrir, su amiga ya le había entreabierto la puerta.

- ¡No te has acordado de inyectarte la insulina...! ¡Parezco tu madre! -exclamó Carmen enfadada.

- Tengo que ir al baño -dijo dejando el "Agalope" en sus manos.

Cuando salió del servicio, la otra le recriminó por haberla dejado tan sola. Ella no tenía la movilidad de Marta, porque estaba sentada en una silla de ruedas. Cuando era una niña, se cayó de un caballo en la cuadra de sus tíos y estuvo al borde de la muerte, pero sobrevivió al fatal accidente.

- No te rías, que a mí no me hace ninguna gracia.

- ¡Venga, Carmelilla! ¡Qué te he traído un desayuno de quitarse el sombrero! -alegó Marta.

Carmen lo sintió mucho: ese día no podía probar bocado. Se le pusieron los dientes largos, pero no pudo hacer otra cosa que agradecer el favor. La cocinera no se había dado cuenta de que su compañera tenía que ir al médico esa mañana, y estaba en ayunas porque había de hacerse unos análisis.

- Lo siento, Marta. Tiene picante el "Agalope" ese, ¿no? ¡Con lo qué me gusta a mí el picantillo -dijo alicaída.

- Sí. No pasa nada, pero...

- Aunque... Acaba de llamar mi hermano y me ha dicho que iba a venir antes de la hora convenida para ir al médico. Entonces... él puede degustar tu obra. Seguro que sólo habrá tomado un café antes de salir de casa... y si lo ha tomado -arregló Carmen.

Solucionado el asunto. Marta se ajustó las gafas, y miró al reloj. En ese momento, el hermano de Carmen llamó al timbre. Marta le abrió rápidamente. Cuando estuvo dentro del piso, las dos le hicieron sentarse a la mesa de la cocina. Le advirtieron que iba a probar un manjar exquisito. Patxi lo devoró. No quedó nada del "Agalope" preparado por Marta, y eso que ya se había enfriado un poco. Las dos estuvieron tentadas a probar el causante de haber producido tal voracidad en el hermano de Carmen, pero se abstuvieron.

- ¿Y la insulina, Marta? -preguntó Carmen para no acordarse del maldito "Agalope".

- Voy a beber un traguito de agua. Estoy sedienta -disculpó la amiga.

- ¡No me cambies de tema, Marta!.

- ¡Estaba buenísimo! ¡Felicidades a la cocinera! -exclamó Patxi.

Carmen informó de que ya estaba preparada para ir al ambulatorio, pero que todavía era pronto e iba a poner la tele a ver que decía María Teresa Campos. El hermano protestó, porque sabía que en la segunda cadena retransmitían un partido de tenis importante. Conocía lo cabezota que era Carmen y sabía que no daría su brazo a torcer. Además era su televisión, pagada con el dinero de su pensión, y él no tenía ningún derecho sobre el aparato. Así que optó por callarse y tragar.

Marta prefería, también otro tipo de programas y propuso:

- Me parece bien que veamos la televisión, pero ¿por qué no miramos a ver si nos gusta un programa de ecología que dan en el canal autonómico?.

- ¿La insulina, Marta? -, preguntó Carmen, crispando los nervios de su amiga.

- Voy a beber agua. Si me necesitáis estaré en la cocina.

Ya la joven ni discutía: siempre salía perdiendo... así que para qué iba a ponerse brava. Los dos hermanos atendían a la periodista de la tele y a su mesa de debate.

Patxi, a menudo pensaba que su allegada se pasaba al tratar a Marta, pero con el genio y carácter que gastaba, cualquiera le decía nada. Muy sutilmente solía soltarle aquella frase de "donde hay confianza da asco".

- Me siento extraño -dijo Patxi.

- ¿Qué te ocurre? -preguntó su hermana.

- No sé. Siento ¡como unas energías...!.

La amiga acudió enseguida con un vaso de agua. Carmen pensó que igual le había sentado mal el picante del "Agalope" y amenazó en bromas a su compañera por si al chiquito le pasaba algo malo por su elaborado. Le hizo llevarle la receta y la leyó con parsimonia:

- A ver.. claro... Son normales esos calores que le entran al pobre. Es un afrodisiaco... Aquí lo pone... En la letra pequeña -aclaró con mirada de Sherlock Holmes.

Al no leer bien y como para cocinar se quitaba las gafas, no se había dado cuenta de que el "Agalope" tenía cualidades para estimular las funciones amatorias. Se fue al baño avergonzada, para inyectarse la insulina, la cual Carmen insistía tanto en que se le iba a olvidar otra vez.

- Así tenía yo el corazón con el "Agalope", al galope -comentaba Patxi con su hermana, mientras se reían de la anécdota.