82- NIEBLA. Por Vicente Sáez, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.

A veces me hallo entre la niebla, esa niebla perniciosa del miedo y de la necesidad. Muchas veces pienso en ti y en toda la seguridad de mi vida. Sé que esa niebla me hace desconocer lo próximo.

¿Sabes? Una vez supe de los movimientos inconexos de la niebla, desplazamientos incoordinados en la niebla, algo que me engañaba empujándome a la inmovilidad al querer agarrar la niebla, esa niebla, al desear arañarla, despedazarla... Al querer y no poder, no ser suficiente. Hasta que descubrí mi guía, mi faro.

Tú eres mi luz en la niebla, eso que me hace percibir las cosas configuradas en mi nuevo ser, ese ser mío que nace cada instante cobijado en la claridad que me das, y que no dejas de darme.

Entonces el miedo se disipa aunque la niebla sea espesa veo tu luz y sé que estoy a salvo y que siempre estaré a salvo.

Siento el frescor de la niebla: esos minúsculos corpúsculos de sorpresa. Se acabó el frío, el témpano del terror, porque me cubre el manto de la niebla, del aire, del amor que me protege con tu luz. Desvelando mi apatía y llegando a los sueños de acuarela. Suaves, entidades espaciosas que se añaden a mí, a mi tiempo. A nuestro tiempo.

Así mi entorno es suave, el contorno de los dibujos de mi vida, es una niebla; clara y suave pero tenaz y definida como la frontera de una gota de agua.

Tal vez tú y yo estemos hechos de niebla, no hay qué temer.